papeles de subinformación

domingo, 15 de abril de 2012

hasta luego, Paco

  
Y gracias por todo lo que nos has enseñado.

Francisco Hidalgo Mariscal, pintor, escritor y buena persona. (fuente)


“Y yo me iré, y se quedarán los pájaros cantando…” Así comenzaba, citando a Juan Ramón Jiménez, uno de los poemas de Paco Hidalgo. Los que le conocisteis bien, sabéis de qué pies cojeaba: los pájaros, el campo, el susurro del río, la higuera… Los que le habéis leído alguna vez, habréis visto muchos de los colores de su paleta adornando sus artículos. En su poesía habitaba la luz, la primavera, el renacimiento de la vida… y en sus cuadros, a su vez, habitaba la poesía.
Tener a Paco como padre y como esposo ha sido no sólo un lujo impagable, sino también toda una vida de aprendizaje. Con él hemos aprendido un poco de todas esas cosas en las que él se manejaba, pero sobre todo, nos ha enseñado a vivir, a AMAR todo aquello que podía ser amado de la vida. Nos ha enseñado la grandeza de las cosas pequeñas. Un huevo frito en la huerta, una mañana escuchando los pájaros sentado en una silla vieja bajo un sombrero de paja… El canto de los grillos. Los brotes de la higuera. Los tomates  en  agosto. Un  vino con su mujer en el Palio, las comidas en familia de los viernes, las meriendas de los martes con sus amigos pintores.

Pero Paco tenía otra debilidad desde hace casi dos años: sus nietos. Necesitaba verlos y abrazarlos cada dos días a lo sumo. Se presentaba en casa a cualquier hora y con esa voz de dramaturgo decía: “vengo a ver a Maya”. Le han llenado de felicidad y así lo ha expresado a cada mueca, a cada sonrisa imprecisa de sus breves labios. Incluso ha dibujado con la mente varias veces los trazos de la nueva Ana para pintarla en cuanto alguien le preste papel y Boli. Se la lleva. Se lleva a Ana, José María y Maya con él. También se lleva a Cádiz y su serranía de Ronda. Nos lleva a todos porque sin nosotros él no sabía vivir, y nosotros, ahora, aunque no vemos más que penumbra, aunque ahora nos duela el canto de los pájaros, sabemos que volveremos a verle en cada trino, en el susurro del  río, o durmiendo la siesta bajo el manto oloroso de la higuera. 
Gracias, Paco.

(Marina)

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