Si la Unión Europea y nuestro (des)gobierno
pasan de los refugiados, es bastante obvio que el futuro del
activista Hassanna Aalia y, en general, del pueblo saharaui les resbala. Se cumplen
40 años de la traición de la dictadura franquista -y de los sucesivos ejecutivos españoles hasta ahora- a la promesa de autodeterminación y descolonización del Sahara Occidental. La bochornosa mácula de este país -y, por ende, de los burócratas europeos, plegados a los intereses de pesca, inmigración, terrorismo y narcotráfico en sus acuerdos con Marruecos- sigue presente en la conciencia de muchos de sus habitantes, solidarios con cualquier iniciativa en favor del Sahara libre. La vida de Hassanna, como la de tantas otras personas que buscan refugio por huir de la muerte, luchar por la libertad o simplemente comer, pende del hilo del
cinismo de la autoridad de turno. Mirar para otro lado, ese eje ideológico de la
real politik de hoy, y dejar que las nuevas se pudran en el olvido, como los desaparecidos. No dejemos que esto suceda con Hassanna y
exijamos que se le conceda ya el asilo político.
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