Muchas gracias a mujeres como
Olga Rodríguez, por su lucidez, honestidad y sentido crítico, en este caso de la profesión periodística. Muchas gracias por su artículo
La hora del 'aggiornamento'. Muchas gracias por dar voz a los que no la tienen:
En la frontera de Macedonia, en suelo europeo, las autoridades han cortado el paso a los refugiados y les han lanzado gases lacrimógenos. Las imágenes de niños llorando agarrados a la valla son desoladoras. La policía los ha metido en autobuses y los ha mandado de vuelta a Atenas. Ya hay más de 30.000 refugiados atrapados en territorio griego. Pero eso no indigna los corazones de los gacetilleros que estos días se erigen en adalides del catolicismo.
En Serbia y Hungría he visto cómo padres pierden a sus pequeños en la huida; cómo las fuerzas de seguridad separan a familias y envían a sus integrantes a campos de concentración; cómo agentes golpean a niños y ancianos por el simple hecho de ser refugiados. Pero los hooligans no parecen sentirse interpelados por estos atropellos que acorde a la doctrina cristiana deberían cuestionar.
Aquí en España uno de cada tres niños está en riesgo de pobreza, hay pequeños que han sido expulsados de sus casas o que viven en hogares sin luz, sin gas o sin agua. Los gacetilleros gritan escandalizados por una obra de títeres de ficción a la que atribuyen 'efectos traumáticos' en niños pero asienten ante las medidas que condenan a muchos menores a auténticos traumas como la pobreza energética, la discriminación o la expulsión del país. Califican de obsceno que en el Ayuntamiento de Barcelona se lea un poema titulado Mare Nostra, pero no parecen ver tanta obscenidad en el desahucio de una familia o en los recortes en la educación pública de los niños.
En estos años ha habido gente que se ha aprovechado de lo público para hacer negocio, y entre ella hay que incluir a periodistas que no han dudado en trabajar en defensa del saqueo de unos pocos a costa de la desposesión de muchos. Y para ello algunos llegan a invocar a Dios. [...]
No hay nada que pueda unir más a personas de diferentes sectores que la defensa de la libertad de expresión y de protesta, pilares básicos de las sociedades democráticas. En los últimos años se ha producido un despertar social y político. Pero nos falta aún un 'aggiornamento' periodístico. ¿A qué estamos esperando?
En el ejercicio mismo de este oficio va incluida la necesidad de tener capacidad de crítica y de autocrítica, de identificar las presiones y denunciar los límites a la libertad de información. Ser periodista no es servir al poder, sino vigilarlo; no es aplaudir a la elite en un escenario de desigualdad, sino cuestionarla. No es tratar la información como mera mercancía, sino como un derecho fundamental de las sociedades libres y democráticas, teniendo presente la responsabilidad social del periodismo y deseando contribuir con él a provocar “algún tipo de cambio y a remover conciencias”, como dijo el maestro Kapuscinsky.
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