El vertedero español se destaca en la champions league de la indignidad por su excelencia: aquí convertimos mordidas en lingotes de oro y somos unos hachas para arropar a los compis yogui. Afortunadamente, atesoramos la sorna plebeya y, sobre todo, la existencia de periodistas que hacen su trabajo frente a los compis de la corporación mainstream al servicio del Ministerio de la Verdad que se desviven para la mordaza. Esa gran coalición de la voz de su amo que clama sin pudor -como describe acertadamente Rosa María Artal- por la muerte de la inteligencia:
Una vida dedicada a las carreras técnicas y a producir y vender bienes materiales. Y a no pensar. A no indagar en porqués y consecuencias. Ése es el futuro que ya asoma por la puerta. La cultura y el razonamiento no son rentables. Para quienes manejan los hilos de nuestras vidas cada vez con mayor perversión y desfachatez en absoluto. Para cualquier persona que se precie de tal, en cambio, resultan esenciales: la única vía para escapar de un destino maldito. Con la información como llave que abre puertas. A salvo de míticas ciencias infusas, solo el conocimiento permite formarse el criterio para afrontar decisiones.
También puede cerrarlas. Estamos asistiendo al derrumbe en credibilidad de la prensa tradicional en España. Una auténtica caída a los infiernos. Los niveles de enfangamiento a los que ha llegado son tan escandalosos que invalidan sus propias campañas. Salvo para ese sector cuyas cabezas han sido ya derrotadas. “Os exprimiremos hasta la saciedad y luego os llenaremos con nuestra propia esencia”, escribía George Orwell en su libro “1984” que, como otros similares, resultó premonitorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario