Corrupción, espionaje y silencio absoluto. Las recetas de los expertos de la nada. Siguen con las chanzas y las bromas pesadas, inevitables y reales. A ser posible, todas combinadas, como en Chequia. Un efecto dominó que que ya no esconde un malestar global y transversal. El mismo que las dos últimas semanas arde en Turquía o en Brasil. Ese al que el poder (o lo que quede de él), con las mismas excusas de "limpiar plazas" -al tiempo que saquea y emponzoña el patrimonio común-, patea cuerpos y derechos. Desinfectar, fumigar, gasear, tres en uno. Sugiriendo ensayos, a la catalana, siempre por delante. Porque ya sólo cabe esperar desde arriba -tiranos e incompetentes- soluciones finales, cuando el crédito de las ocurrencias (al igual que el otro) se agote. Porque a este ritmo, ya no vamos a tener ni donde caernos muertos.
#OccupyGezi |
Agotado el suyo, el (des)gobierno lleva días haciendo el papelón de exigir el (otro) crédito a la banca. Lo que viene a ser como el bufón del genocidio financiero, declamando chascarrillos y chirigotas, con menos gracia (pero con más condiciones) que un plan de empleo juvenil. Un paripé con tanto confeti como los 800 casos de corrupción y 2.000 detenidos en diez años. Mientras, este país para (casi) nadie se transforma lentamente en una enorme jaula, al compás del nuevo (des)orden mundial en el que Gran Hermano ya no es un "experimento social" para televisión, ni una propuesta literaria. El espionaje masivo en Internet, el cierre de la radiotelevisión pública griega o el acoso y detenciones a reporteros gráficos y periodistas independientes forman parte del mismo paisaje de derribo a las libertades de expresión, de prensa y de información, de un mismo y calculado proceso de reclusión de la libertad a secas.
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