Mientras los sicarios de la estafa piramidal -en su caída hacia adelante- se dedican con ardor a la calumnia y la porra, los medios de (in)comunicación masiva dan lo mejor de sí mismos para alcanzar el silencio absoluto. Convenios de censura previa, propaganda del régimen y apagones informativos, como demuestra la no cobertura del acto público de presentación del imprescindible dossier Represión en La Rioja. Y la reiterada petición de las cuentas del Partido Único -ese partido de los trabajadores que ya teje amistades con el Partido Único chino- en su sede de la tierra con nombre de vino tampoco será noticia.
Un proceso paralelo al descrédito de los burócratas, sólo preocupados de alicatar su búnker, cuando es más que patente que el derrumbe del espectro financiero al que amparan se revela un día sí y otro también en la implosión de una burbuja tras otra y hasta en la posibilidad muy real del cénit tecnológico. Con los recursos tan agotados y convertidos en una burda caricatura de Goebbels, es su mundo el que se apaga.
El espectáculo no puede continuar. O será otro muy distinto y donde duele. Porque no nos representan, ni en vivo, ni en diferido:
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