Los sicarios de la dictadura financiera cerraron su postrera puñalada trapera al estado del medioestar con una gran ovación. Por si esto no fuera poco, en su no-discurso, Don Tancredo criminalizó a los parados, justificando el recorte en las prestaciones por desempleo para "animar la búsqueda activa de empleo" (?). Y la diputada Andrea Fabra -hija del corrupto innombrable y ganador perpetuo de la lotería-, apuntilló el recortazo con un "¡Que se jodan!".
¿Que se jodan? Que se jodan ellos. Ellos y sus pesebres, y todos los parásitos, chorizos y redes clientelares -la #MafiaEspaña- que viven por encima de nuestras posibilidades. Porque así de explícito os responden vuestros jefes en los mercados:
Que se jodan ellos, el PPSOE, el establishment, la oligarquía financiera, los paniaguados y los indiferentes, en definitiva, la tiranía del 1% y sus aliados. ¿Que no hay dinero? Todo mentiras: ahí están las SICAV, auténticos paraísos fiscales para millonarios en el interior que sólo tributan al 1%; ahí están la economía sumergida y el enorme fraude fiscal protagonizado sobre todo por las grandes firmas del IBEX 35; ahí están los desmesurados sueldos de directivos y consejeros que no han dejado de multiplicarse -hasta por 25- mientras se congelaba la nómina del trabajador medio. #Quesejodan ellos, nosotros #alacalle.
¿Y todavía esperan que arrimemos el hombro y les demos las gracias? Claro que sí, ahí va nuestro más sincero agradecimiento:
Gracias a tantos y tantos compañeros, de la Función Pública y de fuera de ella (pues trabajadores somos todos), por creer que esto no iba con vosotros, por vuestro estómago agradecido, tan calladito y poco revoltoso, por creeros a salvo de todo mal, quizá por haber apostado en las urnas por el caballo ganador (volvemos al párrafo anterior), por dejar que las batallas os las peleasen otros, por no protestar ni mover un dedo hasta que os tocaron vuestra parcela, y como dijo Bertold Bretch, cuando fueron a por vosotros era ya demasiado tarde para hacer nada. Gracias por haber pasado olímpicamente del tren que venía embalado a arrollarnos a todos y por dar más importancia a ese circo que nos meten por los ojos (porque pan ya prácticamente no queda, y menos que va a haber), llámese deporte televisado, prensa rosa, fiestas patronales o sursum corda. La maniobra de distracción hasta ahora ha funcionado de maravilla; la faena es que no tardando mucho no habrá ni para pagar la electricidad con la que encender el televisor, ni para una triste cerveza ni un músico que os amenice, y ese día tampoco me voy a regocijar por la depresión que os va a venir de golpe y porrazo. Al menos, los salvapatrias que añoraban regímenes de antaño van a tener el gustito de comprobar cómo vamos a retroceder cinco o seis décadas en un periquete.
Y gracias, por último y con especial énfasis, a los dueños de todo este sinsentido, a los que han inventado y alimentado este estado lamentable de las cosas, a los verdaderos culpables de todo, que habéis jugado con nuestras vidas y os habéis limpiado las posaderas con nuestro porvenir desde los consejos de dirección, desde los puestos del poder a escala mundial, nacional, regional y local, desde un montón de organismos y entidades inventadas que no sirven para nada más que para justificar que viváis en otra dimensión distinta a la nuestra y desde esos despachos a la sombra, verdaderas cocinas del infierno, donde cortabais el bacalao de verdad y jugabais a las marionetas con nosotros y nuestra existencia. Gracias a todos vosotros por esa sonrisita farisaica, la misma que gastáis para las fotos, con la que nos obsequiáis cuando os cruzáis con nosotros por la calle y que hacen que a mí, personalmente, me hierva la sangre y me sobrevengan ocurrencias atroces. Gracias por deshaceros de vuestras conciencias (el que la tuviese) como precio por ir en la locomotora de los ganadores mientras soltáis el vagón de la gentuza, nuestro vagón, colina abajo. Gracias por colocarnos en la guillotina mientras juráis sobre lo más sagrado que es la mejor solución para los dolores de cabeza. Gracias por repartiros el mundo con nosotros dentro. Espero que os guste el sabor de los billetes, del petróleo, de los alimentos caducados, de la chapa de los coches, de los ladrillos de las casas y de todos esos bienes y servicios que ya no podremos pagar, porque el día que nadie compre nada, ni produzca nada, ni haga nada, mucho me temo que os tendréis que comer todo eso.
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