Piedra de Rayo
Texto: David Calvo Martínez y Jairo Morga Manzanares, periodistas
El Movimiento 15-M ha puesto patas arriba el orden establecido, la rutina, la frustración y el pensamiento domesticado de lo políticamente correcto. Las asambleas, las comisiones, los grupos de trabajo, las acampadas, la ayuda mutua, la solidaridad, las acciones imaginativas, la desobediencia civil…están señalando el camino hacia una democracia real sin la dictadura del capitalismo y de los gobernantes a su servicio.
Este artículo pretende ser un pequeño boceto para levantar acta de lo que en Logroño está suponiendo este cambio social hacia una nueva forma de luchar, vivir y convivir. Un nuevo modelo que ha sorprendido a los analistas al uso, y quizá a sus propios protagonistas, jóvenes y no tan jóvenes que durante la semana previa a las elecciones municipales y regionales del 22M llenaron más páginas y ocuparon más tertulias que los propios candidatos. En Logroño, tras una primera concentración del 15M en El Espolón, dos días después ya se produjo la primera asamblea en la plaza del Mercado. Allí, durante cincuenta días acamparon parte de los indignados, la plaza también fue su centro de reunión.
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Si te apetece, puedes seguir leyendo esta crónica en el número 38 de la revista riojana de cultura popular Piedra de Rayo, publicada en agosto del actual y que dedica una espectacular portada al Mapa de Fosas en La Rioja, con amplia información en su interior.
Y además...
Para un análisis antropológico de la protesta
David Calvo Martínez, periodista y antropólogo
“Vamos despacio porque vamos lejos”, “apaga la tele, enciende tu mente”, “peligro, mentes en funcionamiento”, “error 404, democracia not found”, “error de sistema, reinicie por favor”, “no somos antisistema, el sistema es anti-nosotros”, “no hay pan para tanto chorizo”, “no podemos apretarnos los cinturones y bajarnos los pantalones a la vez”, “manos arriba, esto es un contrato”, “no es una crisis, es una estafa”, “si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir”... son algunos ejemplos de las numerosísimas muestras de creatividad e inteligencia colectiva a que ha dado lugar el terremoto social iniciado el pasado 15 de mayo. Desde una aproximación antropológica, esta común declaración de intenciones responde a una evidente “enmienda a la totalidad” al entramado institucional, político y económico causante de la crisis general en la que nos encontramos, tal y como acertadamente fue definida.
La protesta se enmarca en un proceso claro y progresivo de concienciación y acción, más allá de la tan trillada idea de la “indignación”, especialmente por parte de los medios de comunicación convencionales. Y además, superando y ampliando con creces las barreras tradicionales de las minorías críticas. Su protagonista exclusivo es el ciudadano –como sujeto político, comunitario y público-, que se ha mirado ante el espejo de la dignidad, excitado por un malestar transversal y global –desde China a Wisconsin, pasando por el Magreb-, para coger con fuerza las riendas de su vida, de su lugar en el mundo y de su propia responsabilidad ante los hechos presentes y un horizonte de futuro cada vez más incierto.
En el fondo, lo que está sucediendo tiene mucho que ver con un cambio cultural profundo, más o menos a medio y largo plazo, de nuestros modos de vida, de nuestros valores, de nuestros esquemas mentales, en definitiva, de nuestra forma de ser y estar en el globo terráqueo. Esta transformación incluye conceptos clave como democracia real (a través del control y la participación directa del ciudadano en la gestión pública, una exigencia de transparencia integral y el sometimiento de la economía a la cobertura de las necesidades y el bien común), decrecimiento (mediante la reducción drástica de la huella ecológica, el consumo no sostenible y el derroche de recursos finitos del modelo productivista), emergencia (con el retorno al sentido común, a los valores éticos y a la unificación del ser humano como un conjunto, que nada tiene que ver con el discurso del pensamiento único auspiciado por los profetas de la globalización capitalista, basado en la competitividad y la especulación a cualquier precio), reapropiación del espacio público (frente a la enajenación constante de calles y plazas por parte de administraciones e iniciativas privadas para actividades con ánimo de lucro, que se recupera como un lugar de todos para la participación y el debate, al igual que lo fueron desde la antigüedad los foros y las ágoras), construcción alternativa (con la puesta en práctica de la asamblea abierta, horizontal e inclusiva de un modo pacífico, reflexivo y respetuoso, y buscando cómo conducir hacia una salida más justa el actual colapso sistémico) o las variables compromiso, solidaridad y confianza (introduciendo nuevas sinergias y recuperando el apoyo mutuo, en relación al otro y al poder de la comunidad).
De la misma manera, esta protesta ha visibilizado otras cuestiones candentes –y normalmente aparcadas o escondidas de la agenda pública- como la exclusión social: en las acampadas se han refugiado muchas personas tiradas en el arcén de la vida, que se han adherido a este fenómeno como el último paraguas de la esperanza y la fraternidad. O sobre la disidencia y el miedo: la superación consciente de ambos tabúes se pone de manifiesto cuando cada vez son más los individuos dispuestos a no dejarse contaminar por la manipulación y el señalamiento social, a pesar de todos los obstáculos, listas negras y difamación que los que tienen el poder económico y político no dejan de impulsar. Desde la denuncia pública de una injusticia creciente –fundamentada en la mercantilización total de entes y almas- y el planteamiento colectivo y libre de propuestas de evolución, las personas que estamos participando en este proceso queremos ser precisamente eso y no otra cosa: personas.
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