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POR FIN SALE EL SOL
Por fin sale el sol por los cuatro costados,
y sale para no ponerse,
para llenar de luz cada rincón oscuro,
para regar las calles con lluvia de certezas.
Por fin me miro en el espejo y no me reconozco:
mi silueta se borra entre tanta gente,
mi voz se pierde en la polifonía del clamor popular.
Pero aún sigue habiendo calles en penumbra,
callejones sin salida y alcantarillas cegadas,
portales anegados de basura y orín. También he visto
pieles cetrinas de humo de bar de tantos años,
voces ahogadas de creer que son voces ahogadas,
gentes que no andan por no dar palos de ciego,
ciegos que no saben que verán algún día.
No esperamos a que nadie nos convenza porque
ya estamos convencidos, y perdona si te sientes comprometido,
no era nuestra intención, pero es que nosotros ya lo estamos
hasta las orejas.
Tampoco somos descreídos sino que nos mueve una fe ciega.
Quizá endiosados, dirás, pero no es más que una postura,
un dolor cervical de mirar hacia arriba,
hacia la luz del Sol.
Perdona si nuestras formas te parecen incorrectas,
si te va más la fórmula protocolaria de la queja encubierta,
si hemos destrozado la paz de los telediarios
o las fotos de los turistas. Nadie nos enseñó
modales para una revolución.
Pero es que es nuestra labor llevar espejos y
mangueras de luz a tantas calles sin alumbrado público,
a plazas aún temerosas de colmarse de gritos,
a corrillos cuyas prédicas se van por los desagües.
Porque hay una luz que aún puede derramarse en ti,
que traspone el sueño y vence la siesta,
la luz que ya ha prendido en nosotros y se propaga
a la misma velocidad de la luz,
y es el SOL, que ha salido para no ponerse.
Por fin sale el sol por los cuatro costados,
y sale para no ponerse,
para llenar de luz cada rincón oscuro,
para regar las calles con lluvia de certezas.
Por fin me miro en el espejo y no me reconozco:
mi silueta se borra entre tanta gente,
mi voz se pierde en la polifonía del clamor popular.
Pero aún sigue habiendo calles en penumbra,
callejones sin salida y alcantarillas cegadas,
portales anegados de basura y orín. También he visto
pieles cetrinas de humo de bar de tantos años,
voces ahogadas de creer que son voces ahogadas,
gentes que no andan por no dar palos de ciego,
ciegos que no saben que verán algún día.
No esperamos a que nadie nos convenza porque
ya estamos convencidos, y perdona si te sientes comprometido,
no era nuestra intención, pero es que nosotros ya lo estamos
hasta las orejas.
Tampoco somos descreídos sino que nos mueve una fe ciega.
Quizá endiosados, dirás, pero no es más que una postura,
un dolor cervical de mirar hacia arriba,
hacia la luz del Sol.
Perdona si nuestras formas te parecen incorrectas,
si te va más la fórmula protocolaria de la queja encubierta,
si hemos destrozado la paz de los telediarios
o las fotos de los turistas. Nadie nos enseñó
modales para una revolución.
Pero es que es nuestra labor llevar espejos y
mangueras de luz a tantas calles sin alumbrado público,
a plazas aún temerosas de colmarse de gritos,
a corrillos cuyas prédicas se van por los desagües.
Porque hay una luz que aún puede derramarse en ti,
que traspone el sueño y vence la siesta,
la luz que ya ha prendido en nosotros y se propaga
a la misma velocidad de la luz,
y es el SOL, que ha salido para no ponerse.
somos toda esa gente |
2 comentarios:
Bonita foto, me alegro que vuelvas a publicar. Santi
Hola Santi, la asamblea no me da respiro. La foto, cortesía de Samuel. El poema, autoría de Marina. Un abrazo grande como un sol.
Somos toda esa gente, david
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