Apenas tiene ciento cincuenta metros de recorrido. Pero esta corta y estrecha calle peatonal, de edificios bajos y caminar pausado, es uno de los tesoros de la capital riojana. Incluso a la vista de alguno de sus paisanos, todavía se trata de un tesoro oculto, consciente o inconscientemente.
El secreto reside en un cierto ambiente de barrio que conserva esta vía y sus aledañas El Carmen, Travesía Ollerías y Travesía de San Juan, a pesar del contraste con la paralela Ollerías, casi fantasmal de día y de noche. De hecho, esta arteria era conocida antiguamente como San Juan de las Ollerías Bajas, pues ambas compartían denominación de gremio, divididas en Altas y Bajas. Hasta el siglo XIX, fue un callejón cerrado a la altura de Muro del Carmen. En su disposición actual desde el citado Muro hasta Marqués de Vallejo, tiene el plus añadido de su localización en la parte histórica de la ciudad, en el vapuleado Casco Antiguo –buena parte del mismo se ha convertido en solares durante los últimos quince años por una política de piqueta y derribos, muy habitual en los centros históricos de muchas ciudades españolas. Debe puntualizarse que forma parte de la parte más revitalizada del casco, al sur de la calle Portales, la antigua Herventia que lo cruza y divide en dos áreas, y presume además de estar completamente habitada.
La calle reúne, en los bajos de los edificios –con tres o cuatro alturas de media, incluso menos-, una gran variedad en oferta de ocio, fundamentalmente en el sector hostelero, y pequeño comercio. Dentro del segundo, es de lamentar la desaparición de un colmado que abastecía a los vecinos y de la especializada tienda en vinilos Discos Gutiérrez. Pero todavía es posible encontrar buenas viandas en “Carnicería Goita” o la “Panadería Antón”, arreglar tus zapatos en Paco Reparación de Calzado, comprar un complemento en “Curtidos Herrero” y un regalo en “Pilar Alonso” o “El Taller de Cristina”, entrar en “Joyería Taller Javier”, “Juguetería Gonlez” o “Gretel Ropa Infantil”, incluso dispone de una ETT al final de la vía. La San Juan es un magnífico lugar para adquirir buenos libros, y bien aconsejados, en “Castroviejo Librero” y “El Tragaluz”, donde además puedes charlar con sus responsables, respectivamente, Jesús y Fernando. Jesús te localizará cualquier obra que en esos momentos no encuentres en sus estanterías, y Fernando, especializado en cómic y novela negra y fantástica, ha comenzado una interesante iniciativa en edición de autores locales.
También es el lugar donde reside la revista trimestral de cultura popular “Piedra de Rayo”. Carlos Muntión es el padre de un proyecto etnográfico con ocho años de existencia, numerosos colaboradores que ofrecen su pluma y más de mil suscriptores. La revista, maquetada con gusto y calidad, acoge y recoge las inquietudes por el folclore, las tradiciones, la antropología, la etnohistoria, el patrimonio y el paisaje, en definitiva, lo que entendemos por cultura y señas de identidad de la comunidad riojana. Con un espíritu libre y disidente, “Piedra de Rayo” ha continuado adelante a pesar de ciertas zancadillas desde las áreas de mando y sobre el páramo informativo de la escasa independencia.
Pero sobre todo, reúne una oferta en hostelería que planta cara en buena lid con el entorno de la famosísima calle Laurel, muchas veces conocida por los foráneos como “la senda de los elefantes”. Frente a las frecuentes masificaciones de ésta, la San Juan mantiene una personalidad propia tranquila y recoleta. Un ambiente con un punto castizo que acoge a cuadrillas de mayores y jóvenes, a clientes habituales y gentes de paso, a vecinos y forasteros. Otra ventaja añadida está en los precios, un punto inferiores a la calle de vinos y pinchos por excelencia en Logroño.
El “Bar Alejandro”, en la calle del Carmen, es una buena muestra de ese paisanaje de toda la vida y del sentido de alternar. En “Casa Torres”, regentado por ‘Tete’ para los clientes o ‘Chuchi’ para sus sobrinos, el tiempo se ralentiza gracias a su atmósfera de tranquilidad y buena música, además de poder tomar un buen vino del año o su nuevo pincho de patata asada. “Baden baden” es el espacio del marisco, si el bolsillo lo permite. En el “Vinissimo” se encuentra una de las mejores cartas de vinos, con una selección amplia de la oferta nacional e internacional, pinchos finos como el de foie fresco y unas mesas al fondo del local para degustar menús de la tierra. “A tu gusto” permite, en su variada sección gastronómica, sentarse y cenar sin prisas. En el “García” se pueden saborear diferentes tipos de tostadas, donde el jamón tiene un espacio protagonista. Marisol atiende con simpatía el bar “San Juan”, con una barra surtida y magnífica de pinchos que recuerda a Donosti.
La tortilla con patatas es la reina en “La Esquina”, donde entre mordisco y mordisco al bocadillo se puede jugar un boleto en Loterías y Apuestas del Estado, en “La Travesía”, situado en la calle que le da nombre, con su ‘ofertón’ basado en una buena ración acompañada de una botella de vino, y en “El Mere”, su razón de ser –como demuestra la visión perpleja del local como lo único que queda en pie entre el solar de lo que fue una vivienda. Entre estos dos últimos se encuentra “El Rincón”, con una amplia gama de sabrosos y experimentales pinchos. Tampoco hay que olvidar pasar, entre otros, por el “Tenesi”, con sus pimientos rellenos, morros de cerdo y orejitas de cordero, el “Cocker”, por su amabilidad y su pulpo a la gallega, el “Chuchi” y sus migas de pastor y, por supuesto, “La Cueva”, donde el champiñón es el rey de la plancha, y la sepia la reina.
Si se buscan menús más contundentes, hay que acudir al reciente “Los Rotos”, donde los huevos hacen mestizaje en bocatitas con otros ingredientes, o al clásico “Qué pasada”, por sus ‘superalpargatas’ y bocadillos variados en pan romano. Y si lo que uno quiere finalmente es comer con calma platos de la tierra o de la cocina italiana, el “Restaurante Pizzería Da Marcos” es el lugar, con buenos precios y cartas del día de lunes a viernes. Y el que busque alojamiento, puede hacerlo en las pensiones “Daniel”, “Sebastián” o “San Juan”.
Si se dispone de tiempo durante el solsticio de verano, se puede obtener una inigualable instantánea de todo lo dicho. La rúa celebra sus propias fiestas, a través de la asociación de comerciantes que las organiza y la participación activa de los vecinos, la víspera y el día de San Juan. Es decir, 23 y 24 de junio. La noche de las hogueras, sus moradores sacan mesas y sillas a la calle para cenar en grupo mientras se disfruta de una actuación musical, se canta y se brinda. Una experiencia única y de sabor añejo si existe la oportunidad de ser invitado por algún residente conocido. Al día siguiente, a mediodía, se saca en procesión al santo, una imagen que permanece el resto del año en una hornacina ubicada en un edificio de la propia vía, justo a la altura de la Travesía. A continuación, se realiza una ofrenda floral con niños vestidos con trajes regionales, y por la tarde hay diversas actividades, desde títeres y chocolatada a una rifa y la traca final.
Por esas y otras cosas que el visitante descubre por sí mismo, esta pequeña república se ha convertido en la principal calle de Logroño. Porque la San Juan es una fortuna que se goza del mismo modo que las pequeñas cosas.
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artículo publicado en soitu.es
http://www.soitu.es/soitu/2009/01/29/vidaurbana/1233248672_393828.html
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1 comentario:
Hola, te he enlazado este post tan bien escrito en mi blog. http://arteurbanologrono.blogspot.com/
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