papeles de subinformación

miércoles, 10 de febrero de 2016

JeSuisTitiritero


#LibertadTitiriteros

Cuatro días -y cinco noches- llevan en la trena. Los malvados titiriteros. La libertad de expresión lleva bastantes más, entrando y saliendo, según lo que disponga el carcelero de turno. Prisión preventiva y punto. Así lo ha dispuesto un auto surrealista para encerrar cómicos que se pasan de libres realizado por un juez que, vaya, de un juez que ya tal. Porque en este país de sátira la cordura está siendo exiliada a latigazos. Su delito: usar una pancarta para representar un montaje policial -enaltecimiento del terrorismo según el juez- y estar en posesión de un libro ácrata. Una detención que sorprende y no se entiende entre la mayoría del público presente. Con todo, un delito de ficción. Da en el blanco Olga Rodríguez analizando la calidad del auto y de los que se la cogen (intencionadamente) con papel de fumar:
La redacción es propia de un anexo de 1984 de Orwell. Si no fuera porque la situación es preocupante y trágica, el auto podría comercializarse como revista de humor en los quioscos. Los acusadores saben que las marionetas no son reales, pero hablan de ellas como si lo fueran.
Siguiendo los argumentos que ahora se airean, los mismos que se escandalizan y nos llaman etarras a quienes criticamos el arresto de los titiriteros, deberían retractarse de su apoyo a la revista Charlie Hebdo, tendrían que censurar cuentos como El lobo y los siete cabritillos o El traje del emperador (donde el pueblo se mofa de la autoridad porque va desnudo) o películas como Star Wars, donde matan a senadores.
También deberíamos quemar la mitad de la literatura y dramaturgia publicada en los últimos siglos, vetar los títeres de Lorca  o los de Jacinto Benavente, el Premio Nobel, quien en 1912 representó él mismo una obra de títeres en la que una marioneta golpeaba con la cachiporra a su hijo, a un negro, al boticario, a un policía cuando intenta detenerle, al juez, al verdugo y al demonio. Qué desvergonzado. Y nunca le metieron en la cárcel. Ya puestos, deberíamos volver a prohibir el Carnaval, como ya hizo el franquismo, por ser una fiesta pagana en la que se da rienda suelta a la risa, la transgresión y el disfraz.


Los niveles de cinismo, podredumbre, toxicidad y despotismo que se están alcanzando empiezan a ser insoportables. De nuevo, la voz de su amo, tan profesional para amplificar el discurso propagandístico del estercolero financiero-político, haciendo impagable y eficientemente el trabajo sucio. Otra vez, esa Justicia tan firme y desproporcionada con los débiles mientras los mafiosos siguen de rositas. Unos y otros machacando la libertad de expresión con la que tanto se llenan sus bocazas cuando declaman Je suis Charlie. Finalmente, el papelón de un Ayuntamiento de Madrid medroso y frágil, tratando de contemporizar con los caníbales que ya han hecho mondadientes de los saltimbanquis. Una política ciega salvada in extremis por la inteligencia colectiva en red nacida el 15M. Un esperpento del esperpento que no es inevitable. Porque como tan bien contextualiza este asunto Rosa Mª Artal en relación con la feroz coyuntura actual, las balas de furia y fango contra los titiriteros van dirigidas en realidad contra todos nosotros:
Túnicas y polichinelas más o menos afortunados para enfrentarse al bombardeo constante e inmisericorde de lo que toda la vida se llamó los poderes fácticos, hoy con la prensa entre ellos. Ya no Cuarto Poder al servicio de la sociedad, sino Tercer Pilar del Sistema corrupto. Aunque su peso es aplastante, otro periodismo, el periodismo, sigue abriéndose paso entre las vías de los tiempos oscuros. Por las brechas de la posibilidad, como escribió John Perry Barlow (@JPBarlow), uno de los primeros teóricos de Internet. Quien lo quiere realmente puede informarse. Y las campañas de tan escandalosa obviedad terminan por caer sobre sus actores: es como escupir al cielo. En vertical, todo es más racional y prosaico de lo que parece.


Hola, soy guionista y titiritero de La Bola de Cristal y exijo ser enjaulado inmediata y retroactivamente por mi constante enaltecimiento del Mal, despreciando la inteligencia de la audiencia y propagando las siete plagas de Egipto entre la chavalería.
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Actualización jueves 11: Los dos titiriteros fueron puestos ayer por la tarde en libertad con cargos, porque fiscalía y juez no están dispuestos a bajarse del burro, con medidas cautelares propias de un peligroso mangante en serie tipo Blesa, Pujol o Urdangarín al que precisamente no se le aplican: comparecencia diaria, retirada del pasaporte y fijación de un domicilio donde puedan ser localizables. No solo eso, sino que en el tiempo que estuvieron recluidos se les aplicó el régimen FIES, es decir, que "por hacer una maldita obra de teatro, esas dos personas no sólo han pasado cinco días en prisión, sino que han sido declarados enemigos del Estado", según certera reflexión de Iñigo Sáenz de Ugarte. Sin embargo, y esto es lo más grave, no hay prueba alguna que los relacione con "banda armada", a pesar de los habituales intentos de intoxicación informativa:
No es argumento incriminatorio un panfleto sobre los males de la democracia que les encontraron, y que el Ministerio de Interior procedió a filtrar al diario El Mundo para que ese periódico lo publicara como forma de describirlos como enemigos de la sociedad. La difamación, y esto lo sabemos desde hace tiempo, es una herramienta que ha utilizado antes el Ministerio para atacar a los enemigos políticos del Gobierno cuando no había pruebas para iniciar una investigación judicial.
Lo que sí es relevante en toda esta farsa es que juez y fiscal ya aparecieron juntos en las revelaciones derivadas de Wikileaks como colaboradores necesarios con los que habló la Embajada norteamericana para presionar sobre el archivo de causas judiciales abiertas en España contra militares y políticos estadounidenses. Los mismos que hoy apuestan por una peligrosa y delirante doctrina expansiva de la limitación de la libertad -en un claro atentado contra derechos fundamentales y de abuso de detenciones- son los que trabajaron tanto para lograr el fin de la juridiscción universal, o lo que es lo mismo, evitar el cumplimiento estricto y total, sin límites de ningún tipo, de los derechos humanos.
Ahí sí que hay caso.

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