papeles de subinformación

viernes, 19 de septiembre de 2014

dinero de la nada



La creación del dinero desde la nada. El origen de la caquexia del sistema económico, carcomido ya por su permanente huida hacia adelante financiera:

  • Crédito a muerte: ¿Por qué este sistema aún no se ha hundido por completo? ¿A qué se debe su supervivencia provisional? Esencialmente, al crédito. Frente a las crecientes dificultades, a lo largo del siglo, para financiar la valorización de la fuerza del trabajo, y en consecuencia, para invertir en capital fijo, el recurso a créditos cada vez más masivos no constituía ninguna aberración; al contrario, era inevitable. Incluso durante el dominio de los monetaristas neoliberales, el endeudamiento aumentó intensamente. Que este crédito sea privado o público, interior o exterior, no cambia mucho la situación. La evolución continua e irreversible de la tecnología aumenta permanentemente la distancia entre el papel de la fuerza de trabajo -que, repitámoslo, es la única fuente de valor y plusvalía- y el papel, cada vez más importante, de los instrumentos de trabajo, deben pagarse con la plusvalía obtenida mediante la explotación de la fuerza de trabajo. En consecuencia, el recurso al crédito no puede más que aumentar con el transcurso de los años y encaminarse hacia un punto sin retorno. El crédito, que es un beneficio consumido antes de haberse realizado, puede posponer el momento en el que el capitalismo alcance sus límites sistémicos, pero no puede abolirlo. Incluso el mejor de los encarnizamientos terapéuticos debe concluir algún día.

  • El capital ficticioSi en la época de Smith el descuento del futuro en la actividad económica del presente era un fenómeno marginal, y en la de Marx algo menos marginal, en la fase histórica en que vivimos, y que comienza a partir de 1973, es un proceso central. El estancamiento largo que han vivido las economías capitalistas desde mediados de los años setenta nunca se ha superado, sólo se ha ido desplazando al futuro mediante la utilización masiva de capital ficticio. El término “ficticio” no significa en ningún caso que no tenga efectos bien reales, el primero de ellos, que define esta época, una fuerte redistribución del producto social a favor del reducido porcentaje de la población que son sus propietarios y, como consecuencia, la ampliación permanente de las desigualdades sociales. La profundidad de este proceso ha sido tal que, en un buen número de contextos económicos, las economías domésticas han quedado completamente absorbidas por el endeudamiento y se han convertido en algo más parecido a  pequeñas empresas que operan en mercados globales que a ese bastión del ahorro y la protección frente al mercado que alguna vez fueron. Se puede argumentar que la deuda ya era una precondición de acceso al consumo de masas de los años cincuenta y sesenta, pero, desde entonces, se ha registrado un cambio fundamental: la deuda creciente ha sustituido como impulso del consumo a unos salarios decrecientes, con lo cuál han ido desapareciendo las perspectivas de repago de la deuda y se ha ido abriendo un periodo de endeudamiento permanente. Esto significa que se ha introducido la turbulenta dinámica temporal del capital ficticio en el corazón mismo de la vida social, por ejemplo, antes de los años ochenta, una operación como la compra de una vivienda significaba la entrada en un contexto de seguridad avalada patrimonialmente. Desde entonces, se ha convertido en el traspaso de un umbral de incertidumbre donde reina un entramado cambiante de tipos de interés y tipos de cambio que se dirimen en espacios cada vez más alejados de las prácticas cotidianas de la inmensa mayoría de la población. Esta incertidumbre financiera se une a unos mercados laborales cada vez más precarios para dañar definitivamente uno de los principios de estabilización de la temporalidad social: la posibilidad de anticipar trayectorias de vida. Al menos por el lado de los ingresos y el gasto, uno de los significados esenciales de la proletarización, vivir al dia, vuelve a definir la experiencia de la temporalidad, eso sí, coexistiendo con las obligaciones futuras del servicio de la deuda.

  • El paisaje que quedaLa refundación iniciada en el 2009 incluye exclusión de los mecanismos de ascenso social de clases medias y populares a través del control férreo de las instituciones que lo permitían, básicamente las educativas y las de representación política. El capitalismo refundado incluye una sustitución del bienestar por el entretenimiento. Del debate por el ocio. Una masiva anulación de cualquier referente que pueda generar organización social a favor de una narcisismo cosmopolita que anula la lucha local. El nuevo capitalismo, que está puliendo su chapa y abrillantando su pintura, será más invisible, inodoro e omnisciente que el actual. Pero más férreo y cruel. De esta crisis no se sale. La crisis no es una foto, es el paisaje entero.