papeles de subinformación

jueves, 24 de noviembre de 2016

el linchamiento (de doña Ética)


Vergüencita Ajena, el Musical.

Qué certero fue Debord en su descripción de esta fase capitalista de la sociedad del espectáculo -no solo mediática- en la que tan de lleno hemos entrado. Cada día más. El oscurantismo espectacular se hace carne en el infinito e insoportable cinismo de los judas que hoy pretenden blanquear hasta el ridículo la imagen de quien hasta ayer huían como de la peste, en esos que nunca ven "cacería y ensañamiento" en la represión del disidente, la exclusión social y el saqueo planificado y constante -a manos llenas- del bien común. Es el árbol del ahorcado en el Partido de los Trabajadores que vive su moralidad en diferido en forma de simulación: Santa Rita buena, mártir. Ítem el esperpento más espantoso pero tan cañí: ni ética ni estética ni se la espera. A todos esos que -con la mala conciencia mordiéndoles la sesera- le echan el muerto al resto -sin renunciar a su grosero uso político- hay que pedirles encarecidamente que, para rematar la jugada, le hagan el auténtico homenaje que con todas las de la ley se merece.

El respeto a los muertos o el humor negro, según se mire.

viernes, 11 de noviembre de 2016

el triunfo del esperpento, síntoma del desencanto global


¡Mangarranes del mundo, uníos!

El triunfo de yes we Trump no sorprende: canibalismo económico global, sucesivas doctrinas del shock, estado de excepción permanente, colapso social, grandes dosis de ignorancia, embrutecimiento y pasividad, manipulación mediática como norma, un sentimiento transversal y creciente de malestar, rencor y desencanto, y miedo, mucho miedo. Todo al mismo tiempo que, para llenar el vacío oscuro de unas existencias cada vez más precarias en todos los sentidos, un año más se baten plusmarcas de la inmolación en el altar del híperconsumo y el despilfarro de recursos con delirios como el Día del Soltero o el Black Friday. El desguace del común (y del planeta), patrocinado por un neoliberalismo sin alma, narcotizado por la sociedad del espectáculo y disciplinado con la dictadura financiera como horizonte cortoplacista (una dictadura ecofascista en su horizonte final), es la enfermedad. Trump o el Brexit son solo el síntoma.

Porque es evidente que, a pesar de algunas luces sorprendentes y de resilencia frente al futuro gobierno de los Estados Unidos de las Tinieblas, con el abrazo amoroso de los demócratas al oso neoliberal -o los socialdemócratas, o lo que quede de eso, en Europa- empezó todo. Naomi Klein examina con claridad el fondo de la cuestión:
Aquí está lo que necesitamos entender: hay un infierno lleno de gente que está sufriendo. Bajo las políticas neoliberales de desregularización, privatización, austeridad y acuerdos corporativos, su nivel de vida ha caído en picado. Han perdido sus trabajos. Han perdido sus pensiones. Han perdido gran parte de la red de protección que solían utilizar para hacer que esas pérdidas fueran menos aterradoras. Ven un futuro para sus hijos incluso peor que su precario presente.

Al mismo tiempo, han presenciando el ascenso de la clase de Davos, una red hiperconectada de millonarios procedentes del sector bancario y tecnológico, líderes electos que están terriblemente cómodos con esos intereses y estrellas de Hollywood que hacen que todo parezca insufriblemente glamuroso. Los que sufren no están invitados a formar parte del éxito, y saben de corazón que este aumento de riqueza y de poder está, de alguna manera, directamente conectado con el crecimiento de su deuda y de su indefensión.

Para la gente que veía la seguridad y el estatus como un derecho de nacimiento –esto significa para la mayoría de hombres blancos– esta pérdida es inaguantable.

Pero no solo. Junto al gran repudio de todo lo establecido que significa la (supuesta) derrota de la plutocracia representada por los Clinton, se abren nuevas incógnitas, algunas de ellas muy gatopardianas:
No sabemos si Trump será sacado por aquellos cuyos negocios son una guerra interminable, como fue JFK, o si puede ser domesticado por los imperativos marciales del imperio. Sospecho que esto último.

No sabemos si el gran capital irá a la huelga, negándose a financiar los masivos déficit del gobierno, o si se contentarán con los impuestos más bajos de Trump sobre el capital y sus ganancias. Los resultados nocturnos del mercado de valores no son alentadores.

No sabemos si ésta es la sentencia de muerte al medio ambiente y cualquier esperanza de detener la destrucción del planeta causada por el bombeo de 12.000 millones de toneladas de carbono a la atmósfera cada año.

Racismo. Nacionalismo. Misoginia. Anti-intelectualidad. Autoritarismo. Ésas son las acciones de Trump, sin remordimientos. Lo único que sabemos es que hemos experimentado un cambio tectónico de proporciones rooseveltianas, sólo que en esta ocasión a la derecha, y no a la izquierda.

Hemos visto dos de ésos en el siglo pasado. Uno fue en 1933, en Alemania, es decir, Hitler. El otro fue en 1980 en los Estados Unidos, es decir Reagan. Honestamente, no sabemos lo suficiente sobre Trump para saber cuál será, o si será algo totalmente diferente. Sólo el tiempo dirá.

Pero no será un retorno a los negocios como siempre.

Desgraciadamente, el tiempo para ensayo-error en la construcción de alternativas cada vez es más limitado. Y tal vez aún más con desgarramantas y esperpentos al mando. Afortunadamente, contamos entre nosotros con expertos que nada tienen que envidiar a Donald:


sábado, 5 de noviembre de 2016

el desencanto


Carcajadas de ultratumba. Cayó el telón.

En 1976 se estrenaba el valioso documental de Jaime Chávarri que diseccionaba las relaciones familiares del clan Panero y revelaba, por ende, el cinismo, el atavismo y la decadencia de la dictadura franquista. Hoy la película es otra, pero apenas ha cambiado el fondo de la trastienda. El desengaño paulatino, y finalmente brutal, del régimen transaccional que la sustituyó -enmarañado a su vez en esta fase senil del canibalismo económico- parece estos días jugar con todas las cartas sobre la mesa. Es como el descubrimiento abrupto de la madurez, que tiene algo de desesencanto vital, un poco de ese vacío que llega cuando expira la fiesta y ponen las aceras al amanecer.

La abstención socioliberal, más el apoyo del sector del cuñadismo indignao, para mantener el (des)gobierno de Don Tancredo ha evidenciado que la convergencia del partido único en un Gran Partido del Orden es ya total y completa, sin calibrar en modo alguno -excepto el sufrimiento por mantener sus migajas- las consecuencias a medio plazo para el común. Dando lugar, entre otras, a patéticas intervenciones en tertulias de la Democracia Orgánica en busca de la ortodoxia perdida, como las del señor de la patada en la puerta. La confesión (interesada) de Pedro el Breve ha desencandenado el desencantamiento absoluto sobre un (ex)PSOE -y el sistema que sustenta- que, más allá de esta súbita muerte accidental, lleva décadas practicando el harakiri, pasándose por el artículo 135 las verdaderas necesidades de su electorado.

Cuando todo es mentira. Y lo sabes.

Hace una década me (auto)despedí del periodismo mainstream aldeano, asqueado y desencantado de una profesión pésimamente gestionada, muy precarizada, cutre, abrasiva, manipulada y cortoplacista. Y desde entonces esa mala prensa no ha hecho más que empeorar -dominio de la mafia financiera, 11.000 despidos y conversión en aparatos agónicos de propaganda del sistema, como analizan en el muy recomendable monográfico El periodismo acosado de eldiario.es-, excepto en el floreciente sector del periodismo comprometido y activista. El titular sobre la (falsa de toda falsedad) "retirada de la reválida" en la portada de El País del pasado viernes 28 de octubre ilustra a la perfección el sumidero en el que se ha sumergido y mucho sumergido el Ministerio de la Verdad.

Y así, desilusión tras desilusión hasta la victoria final, entre unos y otros para mantener un relato que ya solo suena a cuento (pero también a historias de terror), criminalizando la protesta un poco más cada día que pasa aunque no pase nada, preocupados por nuestras cosas despreocupados por las cosas que suceden junto a nuestra puerta, negando lo innegable, mirando el dedo y no la luna, matando el tiempo en vanguardias, purismos, verticalismos y narcisismos mientras aplaude con las orejas el ecofascismo que viene, podemos seguir con las trampas al solitario, haciendo como que no ocurre nada, con el piloto automático, desencantados de habernos conocido.


La flor y la nata de la intelectualidad orgánica. El teatrillo del régimen.