papeles de subinformación

miércoles, 20 de abril de 2016

la mafia dentro de la mafia



Si para los (aún) creyentes en el sistema, el desencanto no fuera ya suficiente, eramos pocos y parió la abuela. El descubrimiento de la red de extorsión del pseudosindicato Manos Limpias y la asociación Ausbanc revela el insondable grado de impunidad en el que se han movido las diferentes familias y tribus de la casta de este país, jerarquizados prácticamente en bandas, clanes o linajes como en las sociedades preinudstriales. Esta organización criminal -según la imputación del juez- viene a representar el papel de una mafia -de la que todos sabían y todos callaban- dentro de la mafia general en la que se ha convertido la estructura económica del régimen, la punta del iceberg de un entramado corrupto que comenzó a colapsar tras el derrumbe de la burbuja del ladrillo, un paradigma de la cultura del expolio social y el extractivismo financiero sin límites de las rentas del capital sobre las rentas del trabajo, en definitiva, una ola más en el océano de la (auténtica) delincuencia organizada global amparada por gobiernos y agencias internacionales que llaman libre mercado y no lo es.

Todo ello enmascarado en los años de la fiesta tras la "utopía de una sociedad de propietarios" basada en especulación, sobretasaciones, titulación, desregulación y otra sarta de mentiras. Afortunadamente, el pueblo salva al pueblo, cierta dignidad permanece y una querella del Tribunal Ciudadano de Justicia ha sido recientemente admitida a trámite:
“Como el Gobierno no va a investigar, lo vamos a hacer nosotros”, fue la idea que impulsó la creación de plataformas ciudadanas para juzgar a los responsables de una crisis que las asambleas del 15M siempre calificaron de “gran estafa”. En 2012, de forma paralela a la creación de 15MpaRato, en Madrid nacía el Tribunal Ciudadano de Jus­ticia (TCJ). Cuatro años después, el pasado 30 de marzo, desde el centro social okupado CSOA La Mo­rada, sus portavoces anunciaban la noticia más esperada: el juez José de la Mata había admitido su querella contra el expresidente de Caja Ma­drid Miguel Blesa y una veintena de altos directivos por la sobretasación de viviendas y la concesión de hipotecas basura. 
Un frente más se abre para los gestores de la caja nacionalizada, en especial para Miguel Blesa, que en 2014 había evitado que la cosa fuera a mayores con la inhabilitación de por vida del juez que instruía su caso, Elpidio Silva. Un nuevo frente que “apunta al fondo de la cuestión: cómo nos estafaron los gestores de los bancos”, dice a Diagonal Liliana Pineda, una de las impulsoras del TCJ. 
A diferencia de otras iniciativas similares, dice, la querella del TCJ pretende poner en el centro “el carácter sistémico” de la estafa inmobiliaria. En esta demanda, explica Pineda, los afectados de esta “gran estafa” no son un sector específico: “De alguna manera estos gestores han defraudado al conjunto de la sociedad, porque ha sido el Estado, a través de los recortes, los rescates y la emisión de deuda, quien ha tenido que cubrir esta gestión fraudulenta de los bancos”.
Todo ello también bajo la égida mirada del crepúsculo de los próceres de la ética y la estética, esos que a más llenárseles la boca con las palabras libertad y orden, más leyes, normas y privilegios propios, particulares, ajenos al común de los mortales. Pongamos por ejemplo un Vargas Llosa, tan pulcro en su Villa Meona shore:
Antes al contrario, Vargas Llosa lleva teniendo varias décadas columnas –imprescindibles sus artículos en el diario que de lo único que es independiente es de la mañana sobre el próximo país latinoamericano que se convierta en gran oportunidad inversora– en esos periódicos que, dice, cooperan con esa sociedad del espectáculo que detesta. No se ha negado a firmar nada en aras de una coherencia o a modo de protesta contra una ciudadanía que no merece a intelectuales de su talla (la verdad que no, que no los merecemos, porque qué cruz). No ha sido un disidente, no ha estado replegado en ningún sitio. Ha tenido altavoces de sobra no sólo por esa disociación que efectúa entre el decir y el hacer, sino porque desde esas tribunas dictamina también quién puede decir y quién puede hacer, qué es ser libre y qué es ser "abrumado a impuestos" mientras que sin despeinarse comenta que en la cara B de esta sociedad de porteras que, paradojas de la vida, le dio un Nobel, hay ya muy poco respeto a las leyes y a la estética. 
Se les seguirá llenando la boca con la libertad mientras Isabel narraba, con motivo del 80 cumpleaños del escritor –que ha durado más que una boda gitana–, divertida a La Razón: "Ha subido el servicio y le hemos cantado el cumpleaños feliz delante de la tarta". Esa libertad que siempre sacan a colación y que veríamos qué pasaría si uno de los miembros del servicio la esgrimiera para decir que no, que él no sube a ningún lado a cantar ningún cumpleaños feliz.
Estas muestras del canibalismo realmente existente forman, a estas alturas del hundimiento, un tremendo espantajo que daría lugar a la carcajada más sonora si no fuera por el reguero de sucesivas e intolerables consecuencias -en modo recortes, rescates y demás latrocinios- que han ido dejando sobre el subsistir de la mayoría. Ante la grave encrucijada climática y de civilización, a día de hoy estamos en manos de una cuerda de mamarrachos, sociópatas, fanáticos, mediocres y toxicómanos, asesorados por cortoplacistas y adulados por juglares de la propaganda. Frente a ellos, la reflexión y la lucha son el único camino.

No hay comentarios: