papeles de subinformación

miércoles, 1 de agosto de 2012

proceso destituyente



La cleptocracia y el crimen organizado -léase "los mercados", dictadura financiera o 1%- al que sirven, piden a la desesperada que los de abajo arrimemos el hombro -al tiempo que los de arriba abandonan el barco-, exigiendo nuevos sacrificios. Pues va a ser que no.

No me pagas, no consumo.
No me das trabajo, no consumo.
No me ayudas, no consumo.
No me proteges, no consumo.
No me rescatas, no consumo.

Tal vez, hay que decirlo más...


Advertidos del hundimiento, digámoslo alto y claro: ya no es posible volver a la quimera del crecimiento económico y a un sistema suicida sustentado en la ficción financiera. Y aunque algunos chillen ¡vivan las caenas!, la miseria -en el índice más alto de toda Europa- se visibiliza en el número ascendente de personas que rebuscan en los contenedores -a pesar de que los canden- y hasta la muy devaluada ONU ha emitido un informe censurando los últimos recortes, que bien se han encargado sus protagonistas de no darle la debida difusión. Ya dijimos que el dinero no se transforma, ni por mucho que el caduco Mago Draghi haga de la perversión del lenguaje un nuevo credo y sea la (penúltima) esperanza de los burócratas. Atina La Matriz y sus códigos cuando afirma que "Draghi no dijo nada de comprar deuda de españoles e italianos. Todos creyeron entender eso cuando aseguraba, críptico, que 'haría lo necesario para salvar al euro' sin ir mas lejos en el significado de esa afirmación". La realidad es más bien otra:
La intervención será una liquidación inmisericorde de lo poco bueno que quede en nuestro martirizado país. Hay que entender algo de manera definitiva. A los mercados les importa un soberano pimiento quien gobierna o deja de gobernar. Si hay castuza o no. La finanza se comporta como un fondo buitre y mira si hay oportunidad de hacer negocio con las ruinas de los Estados. Dejemos de creer que esto es un problema únicamente hispano y que los mercados son omnisapientes.


No hay vuelta atrás. En el callejón sin salida, cuando hasta la Justicia deja de serlo, las reformas estructurales son sinónimo de próxima esclavitud y sólo resta buscar los brotes verdes en las entrañas de un precario sacrificado en la tribuna del Congreso, un proceso destituyente ya está en marcha:
Un acelerado proceso de deslegitimación política no ya del gobierno, sino del mismo poder constituido tras la transición. Especialmente para la generación que nació después de la misma. La mayoría absoluta del PP y el control que ejerce en la mayoría de gobiernos autonómicos, lejos de suponer una garantía de estabilidad, exacerba con su bloqueo autoritario la rebelión contra un mando que cada vez más personas consideran parasitario. Este es el principal temor de los inversores y organismos internacionales y la principal razón de las intervenciones “técnicas” que acompañan los llamados “rescates”. La conclusión política es obvia. Si queremos cortocircuitar esta deriva hay que dejar de ver dicha deslegitimación como un peligro, y trabajar en serio sobre las oportunidades democráticas que se abren. Trabajar para lo imprevisible.
Este (des)gobierno lo sabe y su caída -y de los que le sucedan en modo tecnócrata o de concentración- es cuestión de tiempo. Colapso sistémico a la vuelta de la esquina. El cambio de fase en la protesta por la creciente movilización -cuantitativa y cualitativa, como se demostró el pasado 19J- pone contra las cuerdas a todo ese entramado de parásitos, pesebres y redes clientelares (#MafiaEspaña) que osan seguir viviendo (muy) por encima de nuestras posibilidades:
La crisis económica y política apunta cada vez más al régimen político, a la «democracia» tal y como la conocemos. Es la materialización de los lemas del 15M: «No nos representan» y «Lo llaman democracia y no lo es».
Por fin lo podemos decir: la fase destituyente se ha cumplido. Ya nadie cree que aquí hay democracia: sólo la dictadura financiera reforzada por el gendarme alemán y un gobierno pelele, preso de los mismos intereses financieros y alimentado por una clase política corrupta e incapaz. La cuestión es ahora ¿cuál es nuestra democracia?

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