La que pudiera parecer una interesante iniciativa para promocionar el producto por excelencia de la tierra, el mismo cuya toponimia da nombre a la provincia desde 1980 y al diario soporte del portal de internet que organiza el evento, ha derivado en un semibotellón oficioso en el que se ponen de manifiesto algunas de las incoherencias más evidentes de la sociedad actual, no sólo la de esta comunidad. Si ya desde un tiempo a esta parte la saturación informativa, comercial e, incluso, propagandística alrededor del vino de Rioja empieza a ser cansina, la manipulación ideológica de ciertos dirigentes políticos aprovechando el rebufo de los supuestos baños de masas en estos repetitivos acontecimientos es, definitivamente, indigesta. Me estoy refiriendo a la cuarta edición del "Riojano joven y fresco" acaecida el pasado jueves 15 de julio en la calle Bretón de los Herreros, y aledaños, de Logroño. Para muestra, un botón: en el espacio "La Rioja en fiestas" dedicado a la cobertura de dicho fasto -primer bloque dentro del programa del 19 de julio- la entrevista realizada al consejero de la presidencia no tiene desperdicio, tanto por las manidas respuestas de manual de campaña del que se supone responsable político como por las inefables preguntas al alimón del presentador, sobre todo cuando hace referencia a los supuestos ataques al caldo riojano.
Con ello, se revelan varias consecuencias hipócritas y lamentables. Primero, el vino no es una bebida alcohólica, o al menos no tanto, es un alimento, parece ser, y es preciso y saludable que los jóvenes incrementen su consumo, por lo que pueden atiborrarse del mismo de manera pública y oficial, en ocasiones y lugares señalados, a veces hasta regurgitarlo, aunque luego se les persiga, a ratos, en parques y plazas, puede ser, porque lo mezclan con refresco cola y no están autorizados, quizás por consumirlo de viñedos de España. Segundo, supongo que a los náufragos de la Glorieta no los consideran dentro de la categoría cool, sino que se quedan en la de catadores de morapio en brik, y es que hay drogas duras y blandas sólo cuando nos conviene. Tercero, el menguado nivel periodístico se exhibe una vez más dentro un grupo de comunicación casi monopolístico en una región donde la independencia informativa es, cada vez más, toda una odisea, y cuyo buque insignia a nivel nacional en la desesperante televisión digital terrestre se llama Intereconomía. Cuarto, ya tenemos un nuevo álbum de fotos más de la aristocracia institucional, aunque los patrocinadores finales y reales seamos los de siempre, vayas o no vayas. Y quinto, me gusta el vino, sí, mas no a costa de modificar el paisaje, de aumentar un modelo económico insostenible y dependiente de uno o dos monocultivos, de seguir el juego de lo que dicten los beneficios de la flor y nata, pero, sobre todo, no a base de intentar alimentarnos como a los gansos, atiborrando el hígado de verbenas infinitas hasta convertirlo en el paté de las escapadas postizas.
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