Una de las ventajas de trabajar como temporero durante un lapso prolongado de tiempo reside en poder observar las reacciones de los otros en diferentes situaciones. Mi experiencia repetida como encuestador me ha permitido realizar una fotografía social, donde los límites entre apertura y clausura mental se acotan según barrios, calles e, incluso, comunidades de vecinos o escaleras.
No es de extrañar que, frente a los tópicos, convencionalismos y lugares comunes de la colectividad, suele resultar mucho más empática la postura de las gentes de extracción popular, tanto nativos como inmigrantes, frente a la de aquellos de cuna satisfecha, bienpensante o de orden. Curiosamente, suele coincidir el rechazo, más allá de cierta desconfianza justificada, con esos individuos que más exigen al papá Estado y más despotrican contra los derechos de los de fuera, pero que a la hora de la verdad no están dispuestos a practicar la colaboración ciudadana cuando se les solicita.
La observación -más aún si deviene participante- es lo que tiene: un retrato límpido de clase social (y espiritual) con sus tonalidades como virtudes y defectos.
1 comentario:
BUEN COMENTARIO EL DE ARRIBA
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