papeles de subinformación

martes, 26 de enero de 2016

esa mala prensa


Hagan juego señores... [la banca siempre gana]

Guy Debord escribió en 1993 Esa mala fama..., el último libro que publicó en vida, para refutar muchas de las opiniones vertidas sobre la Internacional Situacionista, sus obras y su propia persona por diferentes "empleados mediáticos" -según sus propias y certeras palabras- de la prensa francesa entre 1988 y 1992. Es decir, para poner en evidencia la "la falsedad sin réplica" de la continua desinformación de los medios mainstream de (in)comunicación de masas. Ese espejo de la realidad de las cosas y su esencia:
La especulación se ha convertido, por último, en el elemento soberano de la propiedad en todas partes, y se autogobierna más o menos, según las preponderancias locales, en torno a las bolsas, los Estados o las mafias, todos ellos federados en una especie de democracia de las élites de la especulación. Lo demás es miseria. En todas partes, el exceso de Simulacro ha explotado del mismo modo que Chernóbil, sembrando la muerte de forma tan veloz y masiva como el desorden. Ya nada funciona, y no se cree ya nada.
Más de veinte años después, su análisis despierto e irónico sigue vigente. Desde hace ya unos cuantos días, el noticiario de Antena 3 lleva instalado en un bucle de descontextualización, tergiversación y propaganda para agitar los cocos y espectros de la política española. Un día de la marmota al que se han sumado con entusiasmo el resto del coro de la prensa presuntamente demócrata, efectivamente neoliberal. Ese coro, como sus amos en la burocracia y las finanzas, tan dado a etiquetar, establecer prejuicios e imponer su pensamiento único: qué es noticia, de qué se debate, qué es políticamente correcto, constitucional o antisistema.

Mercancía y espectáculo, tremendo combo.

Ya no puede esconderse que la corrupción y el saqueo no son cosa de cuatro manzanas podridas, sino que, al menos, hay una serie de entramados organizados para delinquir, cuando no es evidentemente un asunto estructural y sistémico. Partiendo de que el propio régimen económico tiene de por sí el motor trucado: sirva ver el último estreno cinematográfico sobre lo que ya se ha convertido en un género, el capitalista, para entender sus trampas, como en La gran apuesta, basada en el libro de Michael Lewis. Por eso, el enésimo escándalo de la mafia y, sobre todo, la imputación del principal partido de la descomposición están pasando desapercibidos, oscurecidos o minimizados.

Mejor centrarse en las siete plagas del eje del mal de la antiEspaña, dedicarle portadas o media hora del informativo y dejar para los breves -a ser posible, que se caigan de la escaleta- las últimas tendencias neoliberales como el copago en el derecho de asilo, el sableo a intelectuales jubilados o que el 40% de los jóvenes están en riesgo de pobreza. Del colapso general que lentamente se avecina, mejor ni hablamos, si eso ya tal, mañana se verá. No debe sorprender que España forme junto a Hungría, Rumania, Serbia, Ucrania e Italia la lista de países donde la independencia profesional está ausente en los medios públicos, según el Consejo de Europa, y que en los privados sea una quimera:
Tras años de inyectar crédito a mansalva, la élite financiera nacional e internacional y los fondos buitre han convertido aquellas deudas impagables en acciones, y han formado un comando de asalto con las corporaciones concertadas del IBEX35 para colonizar el espacio informativo, imponer técnicas de marketing engañosas y cerrar intercambios opacos. Esta situación berlusconiana, mitigada solo en parte por la aparición de pequeños medios digitales realmente independientes, ha venido a confirmar aquella cínica frase de un veterano político catalán: "En Cataluña tenemos dos clases de prensa: la prensa pública y la concertada". 
Hace un año dijimos que "el derecho a la información y la libertad de expresión son patrimonio común y democrático de todas las personas y no propiedad exclusiva de los que la convierten en mercancía". Por fortuna, el Ministerio de la Verdad está perdiendo el monopolio del discurso que ejercía a través de la mala prensa. Es lógico por tanto que alguno de sus altavoces más destacados en una de esas corporaciones totales del búnker -mediática, política y financiera- sean ridículamente sinceros:


No hay comentarios: