papeles de subinformación

martes, 1 de abril de 2014

algo apesta



¿Lo hueles? Es el olor a fiambre de la Santa Transición.

Porque algo apesta cuando estos días los muertos vivientes de la CT, descompuesto el relato mitológico, han convertido en espectáculo el homenaje a una persona cuya integridad -poca o mucha, pero era- jamás alcanzarán ni a la altura de la suela de sus zapatos. Algo apesta cuando el silencio es la primera manta que les queda a burócratas y propagandistas del régimen para tapar el desarrollo de una gran movilización como el 22M. Algo apesta cuando se pasa de ningunear a denigrar las Marchas de la Dignidad para caldear previamente el ambiente. Algo apesta cuando la doble moral en el debate de la violencia se ha convertido en el principal ingrediente de su argumentario tóxico. Algo apesta cuando curiosamente se producen altercados una y otra vez a la hora de abrir telediarios o prefabricar primeras planas. Algo apesta en (des)gobiernos y falsimedia cuando sirve para manipular el enorme grado de participación y disolver el sentido de la protesta:
En algunas portadas de los diarios de este domingo las Marchas de la Dignidad aparecen recortadas, estigmatizadas o ninguneadas. Mientras, una muerte que aún no se había producido acaparaba más atención que las marchas.
El discurso dominante se muestra más preocupado por la restricción del uso del coche en día de manifestación que por los seis millones de parados y los tres millones de niños en riesgo de pobreza. Importan más las marquesinas y los contenedores de las calles que el medio millón de desahucios y las personas amenazadas con perder su casa. El periodismo lleva una extraña deriva.


Algo apesta, en definitiva, cuando no queda otra estrategia que amedrentar, tergiversar, detener y estigmatizar la protesta. Algo apesta y mucho, cuando la mentira es el libreto habitual del régimen, hasta el punto de no creernos en ningún modo la versión oficial:
No nos creemos la versión oficial porque es el ministro Fernández Díaz, ese ministro, el de la “ley mordaza”, el de las vallas de Melilla, el de las mentiras sobre los inmigrantes ahogados mientras recibían disparos de pelotas de goma, ese ministro, el que defiende la actuación de los antidisturbios en Madrid y acusa a los manifestantes de atacarlos. ¿Es que piensa que le resta un mínimo de credibilidad?
Lo que pasó el sábado en Madrid es un gravísimo punto de inflexión en la ya intolerable represión del derecho a la protesta y a la manifestación. Es el peligroso estiramiento de la tensión entre una ciudadanía pacífica y un Gobierno de creciente sesgo dictatorial, tensión que no se ha vuelto definitivamente insostenible gracias al aguante, a la resistencia, a la templanza y a la responsabilidad de esta ciudadanía. Pero disparar pelotas de goma en una plaza con miles de personas, muchas de las cuales son ancianos y niños, se parece demasiado a una declaración de guerra. Viene a decir: “Podéis ser más de un millón y ser pacíficos. Nosotros diremos que sois violentos y que no pasáis de 4.000. Pero eso no es todo: vamos a disparar y podemos dar en la cara a vuestros hijos. Así que os lo pensáis antes de volver a la calle. Porque vamos a por vosotros, coño”.


Algo apesta y mucho, porque suceden demasiadas cosas raras para enturbiar una masiva manifestación pacífica. Algo apesta cuando hay evidencias de que unos cuantos alborotadores tienen toda la pinta de infiltrados, oficiales o paraoficiales. Algo apesta cuando hay una extraña descoordinación en el desorbitado (y anunciado a todo bombo) despliegue policial y se deja aislado -para convertirse en la diana principal de los altercados- a un grupo de quince antidisturbios de un dispositivo total récord de 1.700. Algo apesta cuando, tras conseguir que la violencia sea la protagonista informativa, todavía se tiene que lanzar una penosa y zafia guerra sucia con pruebas falsas para tratar de criminalizar (aún más) una de las mayores movilizaciones de los últimos años. Algo apesta cuando una vez más no se dan las verdaderas cifras de heridos, se producen detenciones aleatorias con trato degradante y hay un ingreso en prisión sin pruebas. Apesta, apesta casualmente a cloaca, apesta a montaje para desacreditar un movimiento organizado desde abajo, sin cobertura mediática ni institucional. Y apesta, demasiado, cuando ya hasta la propia guardia pretoriana puede estar siendo utilizada como carne de cañón:
Todo esto me lleva a pensar que se ha utilizado a los policías como carne de cañón para disparar de muerte a la protesta. Con un Gobierno instalado en la mentira y tantas circunstancias sospechosas ocurridas en el 22M, me resulta difícil creer que se deban solo a "errores humanos" como sostienen fuentes oficiales. Demasiados errores juntos parecen un acierto premeditado. Los antidisturbios deberían empezar a cuestionar a quienes les utilizan como carnaza por un sueldo de saldo. Muchos ciudadanos hace años que sabemos que nos usan como carne de cañón.


Algo apesta hasta el desmayo, cuando desarmada la (presunta) concordia transicional -esa que en agosto de 2011 convirtió la Constitución en papel mojado- se establecen nuevos consensos, el orden y la condena de la violencia (ojo, la de los manifestantes):
Queda clara cual es la prioridad. Renta básica, auditoría de la deuda, derechos... muy bonito todo, sí, ¿pero condenas o no condenas?
En el telediario de La Sexta del día siguiente estaban totalmente en la misma onda. Su noticia sobre la rueda de prensa del equipo legal de las marchas llega a insistir hasta tres veces en el mismo tema.
La cosa empieza con el “eso sí, no hemos escuchado ni una palabra de condena para los violentos que reventaron su protesta” de la presentadora tras resumir la opinión de los organizadores sobre lo ocurrido. Tras unas declaraciones recogidas en el acto la redactora añade “pero no condenan ni explican las agresiones salvajes que sufrió la policía”. La noticia se cierra con la opinión de los convocantes sobre la violencia en la actuación de los antidisturbios que es matizada con un “pero sólo la del lado policial”.
En la rueda de prensa que da pie a la noticia se dijo que los manifestantes heridos fueron 108, y no la treintena de la que se había venido hablando. También se habló de los heridos de gravedad: el que ya había perdido un testículo y el chico que finalmente ha perdido la visión de un ojo, según se ha confirmado hoy. Se denunciaba también que la única persona que continúa detenida lo esté sin pruebas.
Nada de esto tuvo espacio en la noticia. Tampoco el hecho de que el representante de las marchas condenase “sin paliativos” la violencia.
A cambio, el apestoso silencio de los grandes medios de comunicación y de todos aquellos que dicen llamarse periodistas -cuando en realidad hoy día sólo se dedican a lustrar zapatos de los cleptócratas- tras las agresiones a siete reporteros por fotografiar una detención el pasado 29 de marzo. Sí, tan hediondo como su indiferencia hacia la impunidad absoluta y los abusos del poder que los amamanta.

La guinda, con otra fragancia. Una entrevista y dos análisis para la reflexión:

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