papeles de subinformación

miércoles, 15 de mayo de 2013

ahora todos somos perroflautas


Fue éste un lema más en una de las muchas pancartas caseras que brotaron en las masivas movilizaciones del pasado verano. Pero revela con lucidez el sentido de la actual fase de la protesta, una nueva realidad donde se desbordan y trascienden los cauces habituales, adoptando formas de desobediencia civil muy similares a las planteadas por el movimiento 15M.

Dos años después de su eclosión, si bien las asambleas en plazas y barrios perviven con una menor asistencia –pero con el mismo grado de compromiso-, a cambio su espíritu se ha extendido. Sirvan de ejemplo las diferentes ‘mareas’ en defensa de los servicios públicos, los cortes de calles de funcionarios por iniciativa propia coreando consignas surgidas en el 15M –“no nos representan” o “no es una crisis, es una estafa”- y la lucha de los interinos en la educación pública riojana. O, a escala general, con el carácter más social de la pasada huelga general, la sostenida batalla de la sanidad pública madrileña, la presencia constante de los afectados por las preferentes, las ocupaciones de viviendas sin uso, centros sanitarios y educativos o la gran movilización que supuso la Marea Ciudadana del pasado 23F.

Porque, más allá de clichés mediáticos, el 15M no es una marca, ni una organización al uso, sino una actitud colectiva frente a la situación presente de marasmo y colapso sistémico. Continua alertando del desastre en la gestión institucional de la “crisis”, denunciando las causas y concienciando de sus consecuencias, pero sólo es un paso más en el incremento cualitativo y cuantitativo de la masa crítica ciudadana. En todo caso, estamos hablando de una “enmienda a la totalidad” –en palabras del escritor Isaac Rosa- o de un “cambio de paradigma”, como fue descrito muy oportunamente en este mismo espacio por dos profesores de sociología de la UR.

Otros movimientos sociales llevan mucho más tiempo haciendo esa labor crítica y proponiendo alternativas. Uno de los mayores logros del 15M ha consistido precisamente en su visibilización, para actualizar, generalizar y hacer más comprensible el discurso disidente a la dictadura del pensamiento único oficial. Y como una lluvia fina, en definitiva, sigue calando en amplios sectores sociales, canalizando parte del malestar y proyectando la posibilidad real –y urgente- de un cambio profundo.

Desde mayo de 2011, Asamblea Logroño 15M ha consensuado propuestas por una democracia realmente participativa, como el referéndum vinculante, para validar o rechazar cualquier medida de ajuste. Ha apostado por conectar personas y colectivos, logrando unir a las diferentes ‘mareas’ en las convocatorias ‘Rodea el Parlamento’ y ‘Marea Ciudadana’. Ha mantenido una presencia continuada y vigilante en el pleno del Ayuntamiento de Logroño, para poner en evidencia la falta de transparencia. Y el Grupo de Economía ha trabajado muy duro para concienciar y difundir alternativas con los ciclos informativos “Cuentos del capitalismo” y “Do It Yourself”.

Tras la inicial efervescencia en la Plaza del Mercado, nacieron la Plataforma de Afectados por la Hipoteca en La Rioja y proyectos comunitarios como la Cooperativa Integral Riojana, los Mercados de Trueque o la Tienda Gratis. Personas que no se rinden a la resignación y la pasividad los hacen posibles. Estas iniciativas se suman a muchas otras que han surgido al calor de otras plazas y grupos en la órbita del 15M, como la plataforma para la auditoría integral de la deuda (auditoriaciudadana.net) o 15MpaRato, que está tratando de encausar sin atajos a los verdaderos responsables de la estafa Bankia tras la escasa actuación de la Justicia.

 El reciente cortocircuito de la economía capitalista desvela su insostenibilidad a medio plazo, si no antes, por la absoluta financiarización –una ficticia vía de escape, con las personas convertidas en última fuente de liquidez- y Chipre es la prueba. En nuestro país, la gangrena es mayor por el desvarío inmobiliario y la acelerada descomposición del régimen ejemplificada en los indultos generalizados a corruptos, en los sobres de Bárcenas, en el caso ERE, en Urdangarín. Un bipartidismo sumiso al expolio de los mercados rompió en 2011 el (incumplido) contrato social de 1978 con una reforma express de la Constitución. Sin dar opción alguna a una consulta popular, puso negro sobre blanco la prioridad absoluta en el pago de la deuda y sus intereses sobre la cobertura de necesidades básicas. Es decir, avalando el golpe de estado financiero por imperativo de la Troika.

Por eso, al criminalizarse cualquier tipo de movilización pacífica desde el pasado 25S, como los escraches de la PAH, resulta cuando menos cínico oír calificar a los manifestantes hasta el ridículo de ‘nazis’, ‘golpistas’, ‘etarras’, ‘antisistemas’ o ‘violentos’: recorte a recorte, se ejerce una violencia estructural hacia los estratos sociales más débiles y es de dominio público que los que están acabando con el sistema no se encuentran precisamente en las calles. Y resulta patético porque no deja de aumentar la represión con mentiras y montajes, detenciones ‘preventivas’ y arbitrarias, sanciones y procesos penales injustos o identificaciones ‘ideológicas’, como conocemos bien en Logroño tras el 14N y ha documentado Stop Represión La Rioja.

Hace dos años, a algún comentarista le desagradaba la imagen de “chabolismo” en las plazas. Sin embargo, ese es el horizonte hoy de muchas personas que rebuscan en la basura. Porque si la única salida que nos ofrecen desde arriba pasa por un país convertido en un vasto campo de concentración de mercancía, una cleptocracia sin derechos ni libertad, la desobediencia civil no es ya una opción sino una necesidad. Cada vez somos más las personas que, desde abajo, conscientes de nuestra responsabilidad individual y colectiva y superando el miedo con el que tratan de criminalizar la protesta, sabemos que es imposible regresar a la fábula de 2007, con las crisis ecológica y energética abiertas de par en par. Que legalidad no equivale a legitimidad. Y que no habrá democracia real sin una economía sometida al bien común. Por ello, esta revuelta global, por encima de todo tipo de fronteras, significa una oportunidad histórica para culminar –y no retroceder- el largo camino de la emancipación humana.


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