Cada día que pasa, la Unión Europea se asemeja más a un Titanic. Así lo demuestran, con sus decisiones, tanto sus órganos de gestión e instituciones comunitarias como sus gobiernos nacionales, postrados ante los mercados financieros o actuando como auténticos testaferros de sus directrices y tratamientos agresivos de adelgazamiento anoréxico del tan cacareado estado social y democrático de derecho. El acoso de estos entes anónimos y despersonalizados -lo que equivale a la disposición mediática por ocultar sus verdaderos rostros- parece estar provocando el pánico en numerosos opinadores y voceros profesionales de los medios de comunicación (sic), quizás por no caer precipitadamente de su tren de vida allá arriba en los altares. Tras las interesadas intervenciones en Grecia e Irlanda, sorteando o no a Portugal, el punto de mira ahora más jugoso parece España, y por ello los sabiondos columnistas piden a gritos reformas urgentes, al mismo son de lo inevitable que marcan los mercados. Pero, ¿quién está detrás de esa palabra mágica ahora tan en boca de todos? ¿Pudieran ser los mismos que -a estos sí- les abonan sus generosas nóminas, igual que reparten a los directivos los bonos de los beneficios por la pitanza sobre la economía real? ¿Será que la mano invisible no parece interesante hacerla evidente por sus propios mayordomos?
Las recientes protestas estudiantiles en Francia y Gran Bretaña -que alguno de esos bocazas con el estómago agradecido y bien lleno los han caracterizado como niñatos- demuestran que la paciencia tiene un límite y que los poderosos habrían de ser cautos si pretenden dormir tranquilos. Igualmente, las sucesivas filtraciones de Wikileaks -calificadas por los charlatanes como cotilleos- ponen de manifiesto hasta qué punto se ha subvertido el modelo democrático occidental y la transparencia en función de la transferencia. La detención de su fundador y los intensos esfuerzos de la diplomacia internacional por su desprestigio -al conceptuar estas revelaciones como terrorismo- y por la propia extradición de Assange, revelan que algo se mueve en las alcantarillas de nuestro enmarañado y endeble cuerpo legal. Algunos creen que el movimiento no es tan higiénico como parece o que incluso hay oscuros réditos detrás de la web, pero al mismo tiempo que hurgamos en conspiraciones cabe plantearse la pregunta: ¿qué fue de Bin Laden? De igual modo, el ensayo bélico ocurrido en la península de Corea y el rápido encarecimiento de la savia que mueve la economía mundial, el petróleo, apuntan algunas razones que están deliberando los de siempre para arrancar un motor -el del dogma de fe del crecimiento- que ya aparece, a todas luces, gripado.
El caos en el espacio áereo producido por el abandono de los controladores de sus puestos de trabajo y la posterior militarización del servicio han evidenciado igualmente que no es oro todo lo que reluce y, también, alguna que otra consecuencia. Los medios de ficción de masas, una vez más, han avivado la hoguera para dirigir el odio ciudadano y han obviado de manera general la versión de una de las partes. Pero, lo que es más importante, ¿estamos ante un precedente para el momento en que otros supuestos colectivos no tan privilegiados decidan hacer un alto en el camino para decir basta? Porque, yendo aún al más allá que nunca veremos, ¿cuándo acudirá el Ejército a someter bancos y finanzas...? Y, en el panorama local, unido a todo ello, la aprobación de la 'ordenanza en fomento de la convivencia' (sic) por el Consistorio logroñés acompaña en este tiempo de rebajas y apuesta del recorte social por la vía de la disciplina. Se trata de un claro intento de bunkerización del espacio público -en un fenómeno universal del mundo rico, como las vallas que está instalando actualmente Israel para aislarse de Egipto o la petición de invitaciones para viajar a España desde Argentina, aunque sea como turista- que no va a evitar que el desmoronamiento llegue más temprano que tarde, por mucho que nuestros mediocres administradores se aferren a anunciar compulsivamente la aparición de unos brotes verdes que nunca aparecen, alargando la agonía del colapso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario