papeles de subinformación

viernes, 5 de octubre de 2007

el paro no es el enemigo, el enemigo es el trabajo



Una de las consecuencias más nefastas de la crisis económica que hoy arrasa el mundo capitalista es la definitiva deificación del tra­bajo como el bien más alto, como ideal absoluto, como deseo máximo, como causa última de felicidad. Cuanto más escaso es el trabajo como medio de garantizar la subsistencia diaria, más se lo identifica con un fin metafísico de la existencia humana. El resul­tado de esta operación mental no es otro sino la parálisis de la voluntad, del pensamiento y de la imaginación del cuerpo social, que electrocutado por las connotaciones religiosas que ha revesti­do el acto de la pérdida o ganancia del trabajo (condenación o gra­cia eterna) no es capaz de inventar, intuir o desear otro orden de cosas en el que esta angustia sencillamente no exista.

En otras palabras: el tiempo de ocio forzado del parado podría convertirse en tiempo de ocio rescatado si el planteamien­to, en vez de «¿Encontraré trabajo hoy?», se convirtiera en «¿Qué me apetece hacer hoy?» considerando aquellos bienes materiales que necesite no como algo prohibido sino como algo que en justicia le pertenece en virtud de su condición de ser humano, más aún, de ser humano humillado. Conducta delincuente si la acción es individual o de unos pocos, acción revolucionaria si es compar­tida por la mayoría.

El punto central se traslada así del trabajo a la vida, y la una niega al otro. El desprestigio del trabajo debería empezar a ser absoluto, y con él la ética del sacrificio, la esclavitud, la obedien­cia y la servidumbre. El lema sería: «¡TRABAJAR NUNCA!», y su aplicación inmediata, «¡EN ESTAS CONDICIONES, MENOS TO­DAVÍA!»Así, ejércitos de objetores del trabajo, ocupando las calles y los sueños, improvisando nuevos comportamientos y nuevas rela­ciones sociales, supondrían una amenaza mucho más temible que cualquier huelga.


* Octavilla-detornación de un carnet del paro, repartido en la «huel­ga general» de 1993. Del libro Los días en rojo: textos y declaraciones colectivas del Grupo Surrealista de Madrid, editado por Pepitas de Calabaza, abril de 2005.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con el párrafo 1.
Yo sufro (A) parálisis de MI voluntad, des-afortunadamente no de pensamiento (B). Digo "des" porque no padecer de ambas parálisis causa cierta infelicidad, aunque desde un punto de vista más optimista...puede ser que gracias a que no padezco de B, me pueda curar de A.
Respecto a la parálisis del cuerpo social (C), soy bastante más pesimista; a corto plazo la parálisis va a ser permanente (como el grupo!).
A largo plazo y sino cambian las cosas, esta claro; no habrá ejércitos de objetores del trabajo, sino de Insumisos. El "desprestigio del trabajo" ya es una realidad para muchos.
Pikku

travis dijo...

Gracias, Pikku. Excelente reflexión. Sólo añadir que este "desprestigio del trabajo" es ya tan generalizado que viene a significar un síntoma más de la enfermedad terminal en la que se encuentra la cultura de Occidente.